Nadie nos dijo que las oportunidades nos llegarían en el momento adecuado, incluso, nadie nos dijo que todo llega en su momento. Aun recuerdo una frase de mi abuela: “tranquila Micaela, todo llega, en el momento y lugar adecuado. Sólo hay que tener paciencia”.
La paciencia no es mi cualidad ni mi defecto. Pero no estoy de acuerdo con que en la vida, las cosas lleguen en su momento adecuado. Básicamente, porque el qué, quién, cómo, dónde y por qué es muy raro que se pongan de acuerdo a la vez para satisfacer nuestros deseos. La vida nos susurra espera y nos grita corre, a pesar de no entenderlo o no quererlo oír.
La semana pasada estaba en uno de estos sitios nuevos que te ganan por la decoración y carta confortable. Gente guapa y camareros simpáticos. Mi amigo y yo, estábamos en un excelente sitio, sentados en un sillón Chester, tomando un cóctel sin alcohol – era martes -, sonaba Supertramp y yo me pedí un sándwich rascacielos, de estos que tienen innumerables pisos. He de decir que los sándwiches se han puesto de moda. Antes era merienda de niños, ahora es algo chic. Con ese tipo de sándwiches no te propongas ligar, son un despropósito a la sensualidad. Le han quitado el protagonismo al Kebab. – Aun me acuerdo con 17 años con un chaval que me gustaba, comiendo un kebab, face to face, lo recuerdo con vergüenza, a quien se le ocurriría. – Utilizando más de 1000 servilletas y tapándome la boca a cada palabra que decía, me daba igual ya que estaba con mi amigo. Él, amigo, colega, hermano, confidente. Si, ese, el que te dice que pecho más bonito sin dobles intenciones y te puedes comer el sándwich de innumerables pisos sin vergüenzas. De repente, cuando el camarero de brazo tatuado se acercó a preguntar qué tal, una parejita de novios entraba haciendo alarde de que la discusión es parte de la relación, mi teléfono empezó a sonar, mordí un enorme bocado y empezó a sonar: “Don´t leave this way”. Mi amigo me mira y suelta el siguiente enunciado: “Me gustas. Estoy enamorado de ti”. En ese momento, teniendo todas y ninguna opciones posibles, pedí que el tiempo se parase o el momento se desvaneciese.
La vida no te da esos manjares. Que te has quedado corta con el sándwich, ahí tienes lo que querías, amor. Mastica.
Siendo políticamente incorrecta, respondí la llamada. Mi amiga gritaba como la sirena de una ambulancia y me decía que el hombre de su vida había vuelto a España, por fin, después de vivir varios años en EE.UU. Ella tenía novio. Pero sucumbía al pecado de forzar un romance con el que había sido su objetivo durante la universidad. Le contesté y le dije: Me pillas en mal momento. Ella me contestó: ¿estás de broma? ¿O quieres que le diga eso?. Yo le colgué.
Haciendo frente al mal momento que tenía delante. Mi amigo entendió un NO, claramente. Pero, mi ambigüedad me permitió coger mi bolso e irme a la fuga a la velocidad de la luz.
Salí a la calle y pensé que mi amigo la había cagado. Ese tipo de comentarios no se hacen sin alcohol y comiendo un sándwich prominente, no era el momento. De repente, vinieron a mi cabeza antiguos romances, relaciones accidentadas, pasiones caducas, palabras que nunca dije, batallas en las que me dejé ganar, vuelos de última hora,… y reviví el pánico que tenemos a ser felices. Y sonreí al darme cuenta de que mi amigo había arriesgado. Que le daba igual haberla cagado, que no era consciente de que no estaba en mi mejor momento pero, aún así, cargo la mochila de ganas de ser feliz y de apostar por un sí.
Pensé en mi amiga, y no siendo el mejor momento para pensar, ni para darle un consejo. Le llamé y le dije: “Arriesga. Porque los que se quedan en la retraguardia, no pierden pero tampoco ganan. Si el amor de tu vida ha vuelto, intenta que sea real porque si no lo haces te arrepentirás de no haberlo hecho.”
Seguramente el consejo que le dí a mi amiga es el que un buen colega le daría a mi amigo. Lucha y no tengas pánico a ser feliz. El verdadero amor se encuentra más cerca de lo que crees.
Nunca vas a estar en el momento adecuado. Te habrán roto el corazón y aparecerá el hombre tu vida y lo dejarás pasar. Creerás que es como los demás y, en realidad, es el más especial. No confiarás en él porque te hicieron daño. No verás quien tienes enfrente de ti porque el velo de los recuerdos no te permite ver. Seguirás comparando con el pasado sin valorar que el presente es diferente. Te seguirás echando pulsos a ti mismo. Caerás en el error de dejarte llevar por tu mal momento, perdiendo las oportunidades que la vida te brinda. Las oportunidades no entienden de tiempo, lugar, personas y manera. Aprovéchalas.
Nadie dijo que comer sándwiches de cuatro pisos fuese sexy. Evitadlos con el sexo contrario, a menos que sean vuestros amigos o que sepáis que os van a hacer una declaración de intenciones.
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