La democratización de la hamburguesa

Un blog muy personal cargado de vivencias y experiencias cargadas de gastronomía, cultura, viajes, moda y lifestyle.

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El síndrome de la media naranja

abril 27, 2018

Desde hace mucho tiempo dejé de creer en esa premisa. Y no fue porque, el bellísimo texto de John Lennon la tumbara, sino, porque, a base de vivir experiencias y compartir momentos íntimos y estrechos con la vida, me di cuenta de que, en el mundo, hay naranjas enteras, medias naranjas, pulpa de naranja y zumo de naranja derramado por el suelo.

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El origen de la expresión «media naranja» se remite a Platón. En su obra,  El Banquete,  relata un diálogo, acerca del amor, entre Apolodoro, Albíades, Aristodemo, Aristófanes, Erixímaco y Sócrates en casa de Agatón. Éste explicaba que, al principio, la raza humana era casi perfecta y existían 3 clases de seres humanos:

  • El primero, compuesto por un hombre y otro hombre, descendiente del Sol.
  • El segundo, compuesto por una mujer y otra mujer, descendiente de la Tierra.
  • El tercero, compuesto por un hombre y una mujer, llamado andrógino, descendiente de la Luna.

La obra cuenta que los cuerpos humanos eran robustos, vigorosos y de corazón animoso. Por ello, concibieron la atrevida idea de  escalar el cielo y combatir con los dioses. Tal osadía provocó la ira de Zeus y decidió volver a someter al ser humano reduciendo su fuerza. Para ello, lo hizo dividiendo a los humanos en dos mediante un rayo. De esta forma, hizo a los seres incompletos. Cada mitad empezó a buscar irremediablemente para encontrar la otra mitad de la que había sido dividida. Cuando ambas mitades se encontraban, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo de entrar en su antigua unidad, con ardor tal que, abrazadas, perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra.

Este es el origen de la expresión más manida en lo que a relaciones amorosas se refiere. Detrás de ella, no hay mucho romanticismo, sino una búsqueda desesperada de completarse que roza la disposición a morir de voluntad por el simple hecho de verse completo por la otra mitad.

Pero, ahora bien, ¿cuántas veces no habéis manifestado o sentido haber conocido a vuestra media naranja para que os complete?

Todos hemos sido víctimas del síndrome de la media naranja, aceptándolo como un verdadero axioma. Una vez, eliminado el romanticismo por Zeus, ¿no crees que tú, por ti mismo, ya eres esa bonita naranja? Y puesto que nacemos enteros, hagamos el encuentro por el amor y no por necesidad.

 

M.

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Este es mi bus

septiembre 17, 2014

 Una mañana de la semana pasada, iba en el autobús con mis cosas. Escuchaba una bonita canción de Hans Zimmer, revisaba las social apps y, volvía a rechazar por milésima y una vez, una invitación al Candy crash. Cuando de repente, una pareja de rubios me hizo fijar mi vista en ellos. No eran dos modelos de Calvin Klein. Era una pareja de novios heterosexuales, que no paraban de darse besos matutinos, caricias y miradas de pura complicidad.
Ella tenía pinta de ser mayor
que él, pero el amor no entiende de edad, nacionalidad ni status social. Se
iban riendo y se susurraban al oído. De repente, la parada de ella llegó y con
un bonito beso se despidieron.
“Adiós
mi amor, que tengas un bonito día»
Ella, al bajarse, y pasar por
la ventana del bus donde su Romeo estaba sentado, le sacó la lengua y le guiñó
un ojo. Cuando el autobús comenzó a andar, él sacó el móvil de su pantalón y
sonrió enternecidamente.
El amor es como un autobús.
En la vida elegimos un compañero de viaje. Que nos ayude a comprender mejor la vida, que nos haga reír en cada parada, que nos levanté del suelo
si hay una avería, que nos dé azúcar transformada en todo tipo de afectos, que
nos haga querer ir más rápido y
otras más lento, ¡que nos equilibre!, que nos haga soñar despiertos, que nos apoye, que aporte luz a la oscuridad y que quite la luz cuando sea necesario.
En resumidas cuentas, que sea
tu compañero, tu amigo, tu amante, tu cómplice,  tu dealer de amor, tu ladrón de
besos, tu altavoz de pensamientos, tu yo sin ser tú. Que sea tu naranja entera.
En muchas ocasiones, el ser
humanó elige mal el bus y su compañero… Y por desgracia, toca bajarse antes
de tiempo, mutilado y sin ganas de probar otra línea del mapa.
Puedes subir en la primera
parada y no sentir ni la más mínima admiración por tu compañero y seguir montado por la simple inercia del movimiento del ómnibus. 
O puede, que desde el mismo momento en que pones pie en ese autobús, tiques el billete y
digas: “Este es mi bus y él es mi elegido”
Por suerte, esto sucede una
vez en la vida. Puedes ticar muchas veces y pasar un buen momento y muchas
otras sufras  los desatinos de la mala elección.

Pero, es única la vez que
sientes que has elegido bien. Y cuando eso pasa es maravilloso. Como las caricias y besos de los rubios del autobús que, por cierto, esta mañana les volví a encontrar y no tengo dudas de que estaban el bus elegido.

Porque no te quiero. Te amo.

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Me pillas en mal momento

febrero 4, 2014

Nadie nos dijo que las oportunidades nos llegarían en el momento adecuado, incluso, nadie nos dijo que todo llega en su momento. Aun recuerdo una frase de mi abuela: “tranquila Micaela, todo llega, en el momento y lugar adecuado. Sólo hay que tener paciencia”.
La paciencia no es mi cualidad ni mi defecto. Pero no estoy de acuerdo con que en la vida, las cosas lleguen en su momento adecuado. Básicamente, porque el qué, quién, cómo, dónde y por qué es muy raro que se pongan de acuerdo a la vez para satisfacer nuestros deseos. La vida nos susurra espera y nos grita corre, a pesar de no entenderlo o no quererlo oír.
La semana pasada estaba en uno de estos sitios nuevos que te ganan por la decoración y carta confortable. Gente guapa y camareros simpáticos. Mi amigo y yo, estábamos en un excelente sitio, sentados en un sillón Chester, tomando un cóctel sin alcohol – era martes -, sonaba Supertramp y yo me pedí un sándwich rascacielos, de estos que tienen innumerables pisos. He de decir que los sándwiches se han puesto de moda. Antes era merienda de niños, ahora es algo chic. Con ese tipo de sándwiches no te propongas ligar, son un despropósito a la sensualidad. Le han quitado el protagonismo al Kebab. – Aun me acuerdo con 17 años con un chaval que me gustaba, comiendo un kebab, face to face, lo recuerdo con vergüenza, a quien se le ocurriría. – Utilizando más de 1000 servilletas y tapándome la boca a cada palabra que decía, me daba igual ya que estaba con mi amigo. Él, amigo, colega, hermano, confidente. Si, ese, el que te dice que pecho más bonito sin dobles intenciones y te puedes comer el sándwich de innumerables pisos sin vergüenzas. De repente, cuando el camarero de brazo tatuado se acercó a preguntar qué tal, una parejita de novios entraba haciendo alarde de que la discusión es parte de la relación, mi teléfono empezó a sonar, mordí un enorme bocado  y empezó a sonar: “Don´t leave this way”. Mi amigo me mira  y suelta el siguiente enunciado: “Me gustas. Estoy enamorado de ti”. En ese  momento, teniendo todas y ninguna opciones posibles, pedí que el tiempo se parase o el momento se desvaneciese.
La vida no te da esos manjares. Que te has quedado corta con el sándwich, ahí tienes lo que querías, amor. Mastica.
Siendo políticamente incorrecta, respondí la llamada. Mi amiga gritaba como la sirena de una ambulancia y me decía que el hombre de su vida había vuelto a España, por fin, después de vivir varios años en EE.UU. Ella tenía novio. Pero sucumbía al pecado de forzar un romance con el que había sido su  objetivo durante la universidad. Le contesté y le dije: Me pillas en mal momento. Ella me contestó: ¿estás de broma? ¿O quieres que le diga eso?. Yo le colgué.
Haciendo frente al mal momento que tenía delante. Mi amigo entendió un NO, claramente. Pero, mi ambigüedad me permitió coger mi bolso e irme a la fuga a la velocidad de la luz.
Salí a la calle y pensé que mi amigo la había cagado. Ese tipo de comentarios no se hacen sin alcohol y comiendo un sándwich  prominente, no era el momento. De repente, vinieron a mi cabeza antiguos romances, relaciones accidentadas, pasiones caducas, palabras que nunca dije, batallas en las que me dejé ganar, vuelos de última hora,… y reviví el pánico que tenemos a ser felices. Y sonreí al darme cuenta de que mi amigo había arriesgado. Que le daba igual haberla cagado, que no era consciente de que no estaba en mi mejor momento pero, aún así, cargo la mochila de ganas de ser feliz y de apostar por un sí.
Pensé en mi amiga, y no siendo el mejor momento para pensar, ni para darle un consejo. Le  llamé y le dije: “Arriesga. Porque los que se quedan en la retraguardia, no pierden pero tampoco ganan. Si el amor de tu vida ha vuelto, intenta que sea real  porque si no lo haces te arrepentirás de no haberlo hecho.”
Seguramente el consejo que le dí a mi amiga es el que un buen colega le daría a mi amigo. Lucha y no tengas pánico a ser feliz. El verdadero amor se encuentra más cerca de lo que crees.
Nunca vas a estar en el momento adecuado. Te habrán roto el corazón y aparecerá el hombre tu vida y lo dejarás pasar. Creerás que es como los demás y, en realidad, es el más especial. No confiarás en él porque te hicieron daño. No verás quien tienes enfrente de ti porque el velo de los recuerdos no te permite ver. Seguirás comparando con el pasado sin valorar que el presente es diferente. Te seguirás echando pulsos a ti mismo. Caerás en el error de dejarte llevar por tu mal momento, perdiendo las oportunidades que la vida te brinda. Las oportunidades no entienden de tiempo, lugar, personas y manera. Aprovéchalas.

Nadie dijo que comer sándwiches de cuatro pisos fuese sexy. Evitadlos con el sexo contrario, a menos que sean vuestros amigos o que sepáis que os van a hacer una declaración de intenciones.

¿Quedamos en Crumb? 

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