Ayer estuve en una fiesta
en la que el champán se acabó antes de tiempo, las mesas estaban abarrotadas de
copas, ni una pulga tenía sitio. Me vibraba el teléfono sin cesar pero no
quería mirarlo, porque estaba con gente y odio la gente que no deja de mirar el
móvil cuando está acompañado.
en la que el champán se acabó antes de tiempo, las mesas estaban abarrotadas de
copas, ni una pulga tenía sitio. Me vibraba el teléfono sin cesar pero no
quería mirarlo, porque estaba con gente y odio la gente que no deja de mirar el
móvil cuando está acompañado.
El otro día, sin ir más lejos, caminaba por la calle de camino a casa, y en
un restaurante de estos que tienen escaparate visible, una pareja de no
enamorados, enfrentados con un brownie de chocolate, malgastaban ese tiempo
mirando el móvil. Me dieron bastante pena, porque tener alguien enfrente y que
no seas capaz de mirarle… ¡Chicos, quedaros en casa con vuestra tecnología,
Whatsapp, Twitter, Facebook, Instagram y dedicaros a comentar cómo evolucionan
las cuatro paredes del dormitorio!
un restaurante de estos que tienen escaparate visible, una pareja de no
enamorados, enfrentados con un brownie de chocolate, malgastaban ese tiempo
mirando el móvil. Me dieron bastante pena, porque tener alguien enfrente y que
no seas capaz de mirarle… ¡Chicos, quedaros en casa con vuestra tecnología,
Whatsapp, Twitter, Facebook, Instagram y dedicaros a comentar cómo evolucionan
las cuatro paredes del dormitorio!
Es por esta razón y por otras más, que no me mola estar con el móvil cuando
quedo con gente. La verdad que ayer fue diferente, esperaba una llamada. Pero
no me apetecía ser la pesada que tiene el móvil en la mano. Olvidaros de
adicciones al tabaco o al alcohol, la adicción al móvil está más cerca de lo
que creéis. Estaba en casa de unos amigos que se les había ido de las manos el
volumen de la música, el número de invitados y el número de botellas de
alcohol. Son de estas fiestas que entre col y col, siempre hay una lechuga,
aunque si soy sincera, aquí no había más que licoretas moviéndose al ritmo de
Pitbull.
quedo con gente. La verdad que ayer fue diferente, esperaba una llamada. Pero
no me apetecía ser la pesada que tiene el móvil en la mano. Olvidaros de
adicciones al tabaco o al alcohol, la adicción al móvil está más cerca de lo
que creéis. Estaba en casa de unos amigos que se les había ido de las manos el
volumen de la música, el número de invitados y el número de botellas de
alcohol. Son de estas fiestas que entre col y col, siempre hay una lechuga,
aunque si soy sincera, aquí no había más que licoretas moviéndose al ritmo de
Pitbull.
Esperaba la llamada del millón. Esa que te libra, te saca, te arrastra
y te pone en un punto nuevo: un coche, camino de un buen bar donde el ambiente,
la música y las bebidas son agradables.
y te pone en un punto nuevo: un coche, camino de un buen bar donde el ambiente,
la música y las bebidas son agradables.
Llevaba un pequeño bolso – en la mano –
y el móvil dentro. De repente, me empieza a hablar el que menos oportunidades
tiene a ganar el euromillón. Este no era col, no, se quedaba en repollo. Se
acerca y me empieza a preguntar que qué hago en esa fiesta. Y yo me pregunté,
claramente, qué hacía ahí. Este tipo de repollos, son los típicos que se crecen
en ese tipo de fiestas. Aprovechan que son colegas del dueño de la casa, que
estás sola sintiendo la vibración del móvil, que no hay más alcohol – todo se
lo ha bebido él – y porque él pone la música. Los temas de conversación con estos
tipos son de los menos variado: Pitbull, ¿a quién conoces de la fiesta?, a qué
discoteca vamos luego , 8 apellidos vascos es un peliculón… En ese momento,
entiendo a la gente que saca el móvil. Quiero evadirme de tal conversación,
espero una llamada y mi mundo virtual en Instagram es mucho más interesante que
hablar con la insensibilidad transformada en un hombre empapado en pacharán.
y el móvil dentro. De repente, me empieza a hablar el que menos oportunidades
tiene a ganar el euromillón. Este no era col, no, se quedaba en repollo. Se
acerca y me empieza a preguntar que qué hago en esa fiesta. Y yo me pregunté,
claramente, qué hacía ahí. Este tipo de repollos, son los típicos que se crecen
en ese tipo de fiestas. Aprovechan que son colegas del dueño de la casa, que
estás sola sintiendo la vibración del móvil, que no hay más alcohol – todo se
lo ha bebido él – y porque él pone la música. Los temas de conversación con estos
tipos son de los menos variado: Pitbull, ¿a quién conoces de la fiesta?, a qué
discoteca vamos luego , 8 apellidos vascos es un peliculón… En ese momento,
entiendo a la gente que saca el móvil. Quiero evadirme de tal conversación,
espero una llamada y mi mundo virtual en Instagram es mucho más interesante que
hablar con la insensibilidad transformada en un hombre empapado en pacharán.
En ese mismo instante, me acuerdo de la pareja separada por el brownie y
soy consciente de algo: ¿La gente se evade en el mundo virtual porque el real
apesta? Y mi presente corrobora eso.
soy consciente de algo: ¿La gente se evade en el mundo virtual porque el real
apesta? Y mi presente corrobora eso.
Pero, soy más consciente de que la gente necesita suplir sus vacios reales
con los contenidos virtuales. Tal vez esa fiesta apestaba, pero mi completo
pack de social apps ilustraban una gran noche. Es decir, ya no somos una
conversación, un trago o una buena vista. Somos un tweet, un cambio de estado y
una foto. Eres lo que muestras en Facebook. ¡Qué pasó del disfrutar del
momento! ¿Ahora, el nivel de diversión se mide en el número de likes que
tus publicaciones tienen? O lo que es peor, ver para creer, si has estado en el
cine lo pones, que te tomas un Gintonic pones la foto, que estás de mal humor
compartes una publicación de un don nadie que tiene 3550 likes, que el repollo
de la fiesta te apesta, actualizas estado: “La mejor fiesta de mi vida y yo
me quería quedar en casa”.
con los contenidos virtuales. Tal vez esa fiesta apestaba, pero mi completo
pack de social apps ilustraban una gran noche. Es decir, ya no somos una
conversación, un trago o una buena vista. Somos un tweet, un cambio de estado y
una foto. Eres lo que muestras en Facebook. ¡Qué pasó del disfrutar del
momento! ¿Ahora, el nivel de diversión se mide en el número de likes que
tus publicaciones tienen? O lo que es peor, ver para creer, si has estado en el
cine lo pones, que te tomas un Gintonic pones la foto, que estás de mal humor
compartes una publicación de un don nadie que tiene 3550 likes, que el repollo
de la fiesta te apesta, actualizas estado: “La mejor fiesta de mi vida y yo
me quería quedar en casa”.
Llegó el momento de coger la llamada que esperaba, que me dice que este tío no me va a dar
más la chapa. Cojo la chaqueta, me despido del dueño de la casa y salgo por la
puerta. El heredero de pacharán Olatz sale escopetado detrás de mí y me lanza
un: Bueno, te busco en facebook… y yo
pienso: ni lo intentes…
más la chapa. Cojo la chaqueta, me despido del dueño de la casa y salgo por la
puerta. El heredero de pacharán Olatz sale escopetado detrás de mí y me lanza
un: Bueno, te busco en facebook… y yo
pienso: ni lo intentes…
Y lo que hace una decena de años sería estupendo: no volver a ver a este
elemento jamás, a día de hoy, es imposible. Porque va a perder su tiempo en
buscarme y ver qué amigos tenemos en común. El día que yo cometa el error de aceptar
su amistad, comenzaremos una amistad virtual. La real es una utopía. Y hará un
exhaustivo repaso de qué hago, cuando, cómo, por qué y con quién. Es tipo sabrá
más de mí que mi abuela.
elemento jamás, a día de hoy, es imposible. Porque va a perder su tiempo en
buscarme y ver qué amigos tenemos en común. El día que yo cometa el error de aceptar
su amistad, comenzaremos una amistad virtual. La real es una utopía. Y hará un
exhaustivo repaso de qué hago, cuando, cómo, por qué y con quién. Es tipo sabrá
más de mí que mi abuela.
Y esto nos sucede a todos.
Me encantan las redes sociales. Me encanta compartir gustos, experiencias e
instantes inolvidables. Pero, me encanta disfrutar el momento. Y, ayer, terminé
en un fantástico garito, donde la música era inmejorable y, lo mejor, no tuve
que mirar el móvil. El momento real no necesitaba al virtual.
instantes inolvidables. Pero, me encanta disfrutar el momento. Y, ayer, terminé
en un fantástico garito, donde la música era inmejorable y, lo mejor, no tuve
que mirar el móvil. El momento real no necesitaba al virtual.
¡Disfrutad
del finde!
del finde!


