La democratización de la hamburguesa

Un blog muy personal cargado de vivencias y experiencias cargadas de gastronomía, cultura, viajes, moda y lifestyle.

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Cumplir años es…

agosto 27, 2015

Llegar a la meta de los objetivos
cumplidos. Un nuevo año se abre y otro se termina porque lo cumpliste,  ¡Y por fin es tuyo! 
Aun no comprendo la gente que no
le gusta cumplir años. Su justificación se basa en no quererse hacerse mayor.
Eso está claro, ¿a quien le gusta ver como su vida pasa y no puede hacer nada
por congelar el tiempo?, aunque fuese por un solo minuto. Pero, el reloj no
para y mejor que no pare.
A los que no les gusta cumplir años porque no quieren hacerse mayores
es como quien para el reloj para que no pase el tiempo. De nada sirve.

Por eso, para mí, cumplir años es llegar a la cima. Es el logro de que
un año más se cumple dentro de ti… y eso es maravilloso. Si lo pensáis, a la
gente no hay cosa que más le guste que saber la edad de los demás. La edad que cumplimos nos denomina, nos enmarca, nos da la personalidad
de lo que el tiempo ha depositado en nosotros. Y no sólo en las personas,
también en las empresas, asociaciones, fundaciones… la edad importa. No es lo
mismo, una empresa recién formada –pura y virginal- a ser una empresa con treinta
años de antigüedad – muchos meses de conflictos, negociaciones y
éxitos/fracasos a sus espaldas.
Nos fiamos de los que tiene más tiempo en la existencia. Porque, como
dicen: el diablo sabe más por viejo que por diablo. El cumplir años te da
seguridad en ti mismo, te va quitando poco a poco, esas neuronas de tontería
que te regaló la adolescencia. Pero, te añade decisión, paciencia, coraje y
amor hacia ti mismo. En las personas los años dan experiencia de vida.
Es bonito ver cumplir años a las personas y cosas que están cerca de
ti. Ese es el caso de mi querida hamburguesita. Hoy, mi blog cumple dos añitos.
¡Felicidades a LA DEMOCRATIZACIÓN DE LA HAMBURGUESA!
Poco a poco, a pesar de no llevar el mejor de los ritmos. Voy como Manolo Tena, llevando una vida tan alocada los 7 días de la semana, que a veces
es difícil dedicarle todo el tiempo que quiero. Pero, ¡está viva mi hamburguesa! Por todos los años que la quedan y por todos sus seguidores. GRACIAS.

Cumplir años es soplar las velas de la tarta y pedir un deseo. Siempre
hay algo por lo que soñar. 
También es lavar tu nuevo año de todo aquello que no te gustó en el anterior.

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Jazmín y bergamota

noviembre 26, 2014

¿Puede uno recordar el amor? Es como
tratar de evocar el aroma de las rosas en un sótano. Puedes ver la rosa, pero
nunca el perfume.
Arthur Miller
El otro día paseaba por una calle de
Madrid. Hacía bastante frío y corría un viento lateral que me hacía ahuercame
más en mi bufanda de cashmere. Escuchaba una canción óptima al momento: “Tiny dancer” de Elton John. Últimamente
le escucho bastante, me parece de lo más “melódico nostálgico”, muy propio para
el invierno. De repente, la puerta de una tienda me hizo detenerme. No fue su
apariencia, ni nada que se antepusiese en mi camino. Fue el aroma. Un aroma que
penetró de lleno en las neuronas de mi memoria y me devolvió a
un momento especial de mi niñez.
El olor era inexplicable para una
desentendida en aromas como yo. Pero, mi memoria olfativa, que sí entiende
de aromas, conectó con mi cerebro y me llevó al pasado en décimas de segundos.
No es la primera vez en la que un aroma me lleva a otro lugar o momento pasado.
Pero, el otro día fue especial…
Cuando volví de mi viaje en el tiempo, decidí
entrar en la tienda. La tienda era el pasado al igual que su
aroma, pero no estaba pasada de moda, ni mucho menos. Vendían muebles, adornos,
accesorios y aromas, con un leitmotiv común: llevar al consumidor a un
momento de su pasado
.
En ese momento, emocionada por lo que
estaba escuchando, mi experiencia había sido exactamente esa; por lo
menos, en cuanto a lo que aromas se refiere. No sé si los muebles me llevarían
a la perspectiva de conectar con una experiencia pasada.
No perdí más tiempo y compré el aroma de
jazmín y bergamota, aquella combinación aromática que me hizo regresar a mi
infancia. Salí de la tienda y el halo olfativo iba conmigo, hasta que pasadas
varias ráfagas de viento frio, se desvaneció y el olor del asfalto ganó la
batalla.
El pasado vuelve, de una manera u otra,
siempre está ahí. Pero, el olfato es el sentido con mayor capacidad de
conexión. Un olor lúgubre de una casa te puede llevar a una relación del
pasado, al igual que una ráfaga del perfume de alguien que conociste o el olor
de un plato casero de cuando eras niño.
Por eso es bonito, que los olores y los
conceptos estén bien ligados, para que cada vez que los vuelvas a oler, sientas
una sensación placentera. Al igual que  cualquier cosa que veas, sientas, oigas o toques, siempre que se repita,
de una manera u otra, con diferencias y matices, te devolverá a ese momento del
pasado.
Para mí los olores esconden algo de
misterio, siempre los conecto, al igual que la buena música. Todas las canciones me recuerdan a algo vivido, al igual que los aromas y los sabores.

Pero, aunque el pasado vuelva en alguna ráfaga de aromas, siempre hay que recordar que presente sólo hay uno. 
PD. La esencia de jazmín y bergamota es una delicia. A partir de ahora, me recordará a este post, a este momento tan maravilloso que vivo y todas las personas que son la luz de mi vida.
¡Va por vosotros!

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Este es mi bus

septiembre 17, 2014

 Una mañana de la semana pasada, iba en el autobús con mis cosas. Escuchaba una bonita canción de Hans Zimmer, revisaba las social apps y, volvía a rechazar por milésima y una vez, una invitación al Candy crash. Cuando de repente, una pareja de rubios me hizo fijar mi vista en ellos. No eran dos modelos de Calvin Klein. Era una pareja de novios heterosexuales, que no paraban de darse besos matutinos, caricias y miradas de pura complicidad.
Ella tenía pinta de ser mayor
que él, pero el amor no entiende de edad, nacionalidad ni status social. Se
iban riendo y se susurraban al oído. De repente, la parada de ella llegó y con
un bonito beso se despidieron.
“Adiós
mi amor, que tengas un bonito día»
Ella, al bajarse, y pasar por
la ventana del bus donde su Romeo estaba sentado, le sacó la lengua y le guiñó
un ojo. Cuando el autobús comenzó a andar, él sacó el móvil de su pantalón y
sonrió enternecidamente.
El amor es como un autobús.
En la vida elegimos un compañero de viaje. Que nos ayude a comprender mejor la vida, que nos haga reír en cada parada, que nos levanté del suelo
si hay una avería, que nos dé azúcar transformada en todo tipo de afectos, que
nos haga querer ir más rápido y
otras más lento, ¡que nos equilibre!, que nos haga soñar despiertos, que nos apoye, que aporte luz a la oscuridad y que quite la luz cuando sea necesario.
En resumidas cuentas, que sea
tu compañero, tu amigo, tu amante, tu cómplice,  tu dealer de amor, tu ladrón de
besos, tu altavoz de pensamientos, tu yo sin ser tú. Que sea tu naranja entera.
En muchas ocasiones, el ser
humanó elige mal el bus y su compañero… Y por desgracia, toca bajarse antes
de tiempo, mutilado y sin ganas de probar otra línea del mapa.
Puedes subir en la primera
parada y no sentir ni la más mínima admiración por tu compañero y seguir montado por la simple inercia del movimiento del ómnibus. 
O puede, que desde el mismo momento en que pones pie en ese autobús, tiques el billete y
digas: “Este es mi bus y él es mi elegido”
Por suerte, esto sucede una
vez en la vida. Puedes ticar muchas veces y pasar un buen momento y muchas
otras sufras  los desatinos de la mala elección.

Pero, es única la vez que
sientes que has elegido bien. Y cuando eso pasa es maravilloso. Como las caricias y besos de los rubios del autobús que, por cierto, esta mañana les volví a encontrar y no tengo dudas de que estaban el bus elegido.

Porque no te quiero. Te amo.

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¡No me pises que llevo chanclas!

agosto 21, 2014

Siento molestar tu
ajetreada agenda veraniega. Sé que es demasiada tensión eso de tomar el sol en
la playa, beber mojitos y despertarse sin despertador. Demasiada tensión. Pero
es que yo he vuelto a la rutina y, por desgracia, las horas de oficina me hacen
olvidar rápidamente de esa indescriptible sensación de: “tener todo el tiempo para no hacer nada”.

Tener todo el tiempo,
para disfrutar de beber cervezas en la orilla del mar, tener conversaciones de
lo más fructíferas, sentir preciosos atardeceres, pasear por playas de agua
turquesa, degustar los mejores pescados salvajes y productos de gastronomía
local, broncear la piel, reír sin control – sin control, ninguno -, bailar al
ritmo de buena música,…
Este verano, ¡he
disfrutado y he sido muy feliz!
Como siempre, alucino con
las modas que toman tendencia sin razón alguna. Modas a las que “ni por encima
de mi cadáver” me uniré de primeras. Y no me desmarco de la tendencia, sino que
me parece ridículo llevar algo porque todos lo llevan.
Empezando por esos tips
veraniegos que están a tope en las costas españolas, empezaré por un calzado
que me recuerda a un verano de hace 10 años. Veraneaba en Javea. A  mitad del verano,  mi padre, cansado de las alpargatas, decidió
innovar y comprarse unas chanclas Birkenstock.
A mí me parecieron horrorosas, me recordaban a los zuecos de los farmacéuticos.  Poco tiempo después
pasaron a una mejor vida: “no volver a ponérselos jamás”. Cual ha sido mi
asombro, diez años después, ver a un ejército de chicas pisando al ritmo de las
“ugly shoes” por las calles, playas y
piscinas de cualquier rincón del mundo. Y todo, porque las celebrities pisaban
con las suelas ergonómicas. Todas las
chicas, desde Miranda Kerr, mi amiga María y mi vecina del quinto las llevan.
Sólo me gustan por algo: ¡Son comodísimas!.
Lo que se dice bonitas, no son…
Otra moda que está a
punto de dejarme deslumbrada son  las
gafas con cristales de espejo, en azul, verde, amarillo… WTF! Juro que este
verano me he quedado extasiada de ver cómo todos los jóvenes las llevan. Para mi, las gafas de espejo han estado muy unidas al deporte.  Ahora, han invadido la ciudad y la playa.
¡Si ellas las llevan, la humanidad entera también…!
Mi primer cesto fue
heredado de mi madre. La rafia estaba desgastada, pero como todo lo vintage,
sólo lo tienes tú y eso es lo que te hace tener un valor diferencial. Desde el
año pasado, la moda del cesto ha crecido de manera incontrolada. Las playas
parecen que han sido sorprendidas por un aluvión de cestos caídos del cielo. La
contrapartida de este modélico bolso es que cuando estás haciendo la cola para
pedirte el mojito, eres Atila, destrozas allí por donde pasas. Este verano, las
playas se ven amenazadas por el “cestazo”: ¡O te quitas de la cola, o te arreo
con el cesto!
Cádiz 2011 – Me apuntaba a la moda del cesto…
Bikinis intercambiables.
Si, cada parte de un color, forma o tejido. Hace unos años hacer eso era
síntoma de reutilizable, es decir, que se rompía la braga, rehacías el conjunto.
Ahora es chic e indicio de estar en la honda. A mí no me convence del todo, a
pesar de que tengo bikinis intercambiables. En esta tendencia, en la variedad
está el gusto: colores, lunares, rayas, estrellas…¡ya sabes todo es combinable!
Con tipazo, cualquier bikini queda bien

Dicen que hay que
llevarlos impares pero hay algunos que se pasan de la línea. Los tatuajes es
una moda que, poco a poco, ha instaurado la piel de los jóvenes. Lo mejor de
esto son los significados. Pero, ahí no me meto, porque aunque no me guste la
masificación de tinta, los tatuajes dicen mucho de la gente: no es lo mismo
llevar un dragón, que un ancla o el nombre de tu ex. ¿Qué significa tu tattoo?
¡La ilustración que mejor ejemplifica esto!
Pero, el tip veraniego
que más me impacta es la selfie playera. No tengo palabras en cuanto a calidad, perspectiva y concepto de estas instántaneas…
Demi Lovato y su selfie playera…
Y esto, como siempre, me
hace sacar mi gran pregunta del armario: ¿Por qué se pone de moda estar a la moda? 
Sea como sea, ponte las suelas ergonómicas, el capazo, luce tu nuevo tattoo, hazte una
selfie y disfruta del verano. Porque verano sólo hay uno al año.
¡Un beso playero, lleno
de felicidad y mucho amor!

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#soymuyfandelapublicidad

mayo 14, 2014

No sé si fue la serie Periodistas, mi confeso amor a la comunicación o que
me fascinaban los spots de Coca-cola, que decidí estudiar Publicidad. En esa
época, la imagen del publicista molaba. Tenían un rollo moderno-creativo-molón,
que tú desde tu perspectiva de post adolescente deseabas tener. Además los
publicistas ganaban pasta, tenían mal horario pero buenas comisiones, iban a
muchos eventos, conocían a mucha gente y eran los más IN de toda tendencia.
Trabajaban en las agencias, en los departamentos de comunicación de las
compañías, en las consultoras de RR.PP y eran una profesión liberal de lo más
envidiada. Y lo mejor de ser publicista era la imagen que los demás tenían: “Los publicistas hacen los anuncios de Coca-cola.
Los publicistas son la ostia”
Por esa razón y porque, de verdad, tenía vocación por las Ciencias de la
Comunicación, estudié Publicidad y Relaciones Públicas. Acoto que esta segunda
parte de mi Licenciatura, no es formación nocturna reparte flyers, es algo
necesario en cualquier compañía, aunque el término de RR.PP lo veamos
relacionado con Pacha.
La verdad es que mis padres no me pusieron objeción ninguna a que dedicase
5 lindos años de mi vida a estudiar lo que a mí me gustaba. Ellos sabían que no
me equivocaba de carrera. Esto se lo agradeceré eternamente porque algo que me
molesta son los padres que no dejan a los hijos estudiar lo que les gusta y les
obligan a sacrificar los años universitarios en libros que aborrecen. Porque lo
que estudias puede ser a lo que te dediques el resto de tu vida, pero puede ser
que te dediques a otra cosa. Por eso, sea como sea, es bueno invertir tu tiempo
universitario en aquello que ames. La crisis ya te pondrá en tu sitio querido
licenciado
.
Pero, la imagen y realidad del publicista del siglo XXI ha cambiado
radicalmente. Los que estudian Publicidad en estos tiempos están sentenciando
su futuro: Ser becario hasta
que no puedan más
. Ese pobre recién
licenciado que se da golpes contra los muros de la pared de su casa,
acordándose de Lasswell, McLuhan, los mass media, el libro rojo de la Publicidad,… y llora desconsolado viendo como su hermano que estudió ADE tiene curro y él no. Y, a
ver, anoto que ahora la crisis es para todos, pero los comunicadores,
periodistas y publicistas lo tienen más negro, las cosas como son.
Pero, claro, luego te encuentras al que tiene suerte o al que dedicó todos
sus veranos siendo becario y hoy es: JUNIOR en una agencia. Ese, como diría mi
tía Enriqueta, es capitán general. Luego está el que curra en Comunicación o
Marketing, afortunadísimo de tener trabajo. Y luego están los afiliados
cuentan Premium Gold en Infojobs. Mi más sincero aplauso para ellos. Creo que
todos nos unimos en una causa: #jovenpublicistabuscaempleodigno
Pero, no he venido a lamentar de la publicidad, sino a honrarla y adorarla.
La publicidad es de todos y para todos. Crea nichos de mercados para que seas
rehén de sus sentimientos, te envuelve con sus premisas, te hace creer en que
los sueños se cumplen, te hace sucumbir al pecado… perdonad, ¡la publicidad es
leche! La publicidad mueve montañas… en palabras de Joseph Pulitzer, magnate de
la prensa americana: “la publicidad es el factor y la fuerza moral más grande
de nuestra vida pública”
. La publicidad empieza en uno mismo, en la manera de
expresarse, comunicarse, vestirse y actuar, es una herramienta de hacer de ti,
alguien deseable o completamente intratable.

Sobre todo, la publicidad deja campañas con un sabor único. Es por las
buenas campañas de publicidad por las que me merece la pena pertenecer a una
profesión que me apasiona – no hago los anuncios de Coca-cola, pero no me voy a
quejar  –. Y me apasiona que la sinergia de medios convencionales y digitales,
estos últimos liderando el mercado, saquen a la luz ideas tan brillantes.
Como no me cuesta decir que #soymuydemahou. La última campaña de la cerveza
Mahou, donde una docena de prescriptores de lujo (cine, deporte, música y
gastronomía) protagonizan junto a la “cremosísima cerveza Mahou” un spot basado
en sus experiencias con la cerveza. Una campaña real que, gustándote o no la
cerveza, inspira a los espectadores. Evidentemente, si te gusta la cerveza
Mahou, los prescriptores del spot te identifican ya que son abanderados de la cerveza en su vida pública. Escenas reales de amigos como la de Leiva, Iker Casillas, los actores: Marta Etura, Dani Rovira y Clara Lago. Experiencias de vida: ¿dónde fue tu primera caña? y ese aliento a rock con Loquillo y Cristina Rosenvinge. El espectáculo y el inicio de una historia de amor con Mario Vaquerizo y Alaska. Y, para mí, la historia más nostálgica y bonita, la unión de dos grandes de la gastronomía española: Lucio Blázquez, mentor de Casa Lucio: la cocina de solera, tradición y arraigo; y David Muñoz: el creador y maestro de Diverxo: donde innovación, potencial, éxito y 3* se unen, compartiendo un bonito encuentro.
Y es por esta clase de anuncios por lo que siento que la publicidad inspira a todos y, por ello, me manifiesto:
#soymuyfandelapublicidad

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“La mejor fiesta de mi vida y yo me quería quedar en casa”

abril 26, 2014

Ayer estuve en una fiesta
en la que el champán se acabó antes de tiempo, las mesas estaban abarrotadas de
copas, ni una pulga tenía sitio. Me vibraba el teléfono sin cesar pero no
quería mirarlo, porque estaba con gente y odio la gente que no deja de mirar el
móvil cuando está acompañado.
El otro día, sin ir más lejos, caminaba por la calle de camino a casa, y en
un restaurante de estos que tienen escaparate visible, una pareja de no
enamorados, enfrentados con un brownie de chocolate, malgastaban ese tiempo
mirando el móvil. Me dieron bastante pena, porque tener alguien enfrente y que
no seas capaz de mirarle… ¡Chicos, quedaros en casa con vuestra tecnología,
Whatsapp, Twitter, Facebook, Instagram y dedicaros a comentar cómo evolucionan
las cuatro paredes del dormitorio!
Es por esta razón y por otras más, que no me mola estar con el móvil cuando
quedo con gente. La verdad que ayer fue diferente, esperaba una llamada. Pero
no me apetecía ser la pesada que tiene el móvil en la mano. Olvidaros de
adicciones al tabaco o al alcohol, la adicción al móvil está más cerca de lo
que creéis
. Estaba en casa de unos amigos que se les había ido de las manos el
volumen de la música, el número de invitados y el número de botellas de
alcohol. Son de estas fiestas que entre col y col, siempre hay una lechuga,
aunque si soy sincera, aquí no había más que licoretas moviéndose al ritmo de
Pitbull. 
Esperaba la llamada del millón. Esa que te libra, te saca, te arrastra
y te pone en un punto nuevo: un coche, camino de un buen bar donde el ambiente,
la música y las bebidas son agradables. 
Llevaba un pequeño bolso – en la mano –
y el móvil dentro. De repente, me empieza a hablar el que menos oportunidades
tiene a ganar el euromillón. Este no era col, no, se quedaba en repollo. Se
acerca y me empieza a preguntar que qué hago en esa fiesta. Y yo me pregunté,
claramente, qué hacía ahí. Este tipo de repollos, son los típicos que se crecen
en ese tipo de fiestas. Aprovechan que son colegas del dueño de la casa, que
estás sola sintiendo la vibración del móvil, que no hay más alcohol – todo se
lo ha bebido él – y porque él pone la música. Los temas de conversación con estos
tipos son de los menos variado: Pitbull, ¿a quién conoces de la fiesta?, a qué
discoteca vamos luego , 8 apellidos vascos es un peliculón…
En ese momento,
entiendo a la gente que saca el móvil. Quiero evadirme de tal conversación,
espero una llamada y mi mundo virtual en Instagram es mucho más interesante que
hablar con la insensibilidad transformada en un hombre empapado en pacharán.
En ese mismo instante, me acuerdo de la pareja separada por el brownie y
soy consciente de algo: ¿La gente se evade en el mundo virtual porque el real
apesta?
Y mi presente corrobora eso.
Pero, soy más consciente de que la gente necesita suplir sus vacios reales
con los contenidos virtuales. Tal vez esa fiesta apestaba, pero mi completo
pack de social apps ilustraban una gran noche. Es decir, ya no somos una
conversación, un trago o una buena vista. Somos un tweet, un cambio de estado y
una foto. Eres lo que muestras en Facebook. ¡Qué pasó del disfrutar del
momento! ¿Ahora, el  nivel de diversión se mide en el número de likes que
tus publicaciones tienen?
O lo que es peor, ver para creer, si has estado en el
cine lo pones, que te tomas un Gintonic pones la foto, que estás de mal humor
compartes una publicación de un don nadie que tiene 3550 likes, que el repollo
de la fiesta te apesta, actualizas estado: “La mejor fiesta de mi vida y yo
me quería quedar en casa”.
Llegó el momento de coger la llamada que esperaba, que me dice que este tío no me va a dar
más la chapa. Cojo la chaqueta, me despido del dueño de la casa y salgo por la
puerta. El heredero de pacharán Olatz sale escopetado detrás de mí y me lanza
un: Bueno, te busco en facebook… y yo
pienso: ni lo intentes…
Y lo que hace una decena de años sería estupendo: no volver a ver a este
elemento jamás, a día de hoy, es imposible. Porque va a perder su tiempo en
buscarme y ver qué amigos tenemos en común. El día que yo cometa el error de aceptar
su amistad, comenzaremos una amistad virtual. La real es una utopía. Y hará un
exhaustivo repaso de qué hago, cuando, cómo, por qué y con quién. Es tipo sabrá
más de mí que mi abuela.
Y esto nos sucede a todos.
Me encantan las redes sociales. Me encanta compartir gustos, experiencias e
instantes inolvidables. Pero, me encanta disfrutar el momento. Y, ayer, terminé
en un fantástico garito, donde la música era inmejorable y, lo mejor, no tuve
que mirar el móvil. El momento real no necesitaba al virtual.

¡Disfrutad
del finde!

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