El otro día hablaba con una amiga sobre el paso del tiempo, sobre dónde estamos hoy y donde iremos mañana, y de cómo veíamos ese hoy y mañana, ayer. Por esa razón, decidí disfrutar del HOY, de no perdérmelo. A veces, pasamos más tiempo preocupados por un pasado que no vuelve y obsesionados por un futuro que desconocemos y nos perdemos concienzudamente un presente cargado de oportunidades.
Esto viene a correlación con el fin del año. Preguntarse cómo fue el año que termina, si cumpliste tus sueños, si fuiste lo suficientemente feliz, si hiciste algo realmente bueno o si estuviste en paz contigo mismo. Lo bueno de los recuerdos del año es que son la resaca de todos los grandes y malos momentos que hemos vivido, de todas esas experiencias que nos pueden sacar una sonrisa desayunando o una lágrima escuchando la canción que más nos gusta.
Cuando cerramos un año, el ser humano tiende al arrepentimiento y no al agradecimiento. Un año vivido es un regalo a pesar de que los momentos vividos no fueran lo suficiente mágicos o felices.
Por esa razón, vivid el presente, exprimidlo y bebéroslo porque el ser humano es feliz cuando disfruta de los momentos del presente y siente la esperanza de volver a vivirlos en el futuro.
Para mí, este año ha sido precioso, mágico y difícil. Cierro un año en el que, a pesar de haber tenido, algún que otro momento malo, priman los buenos momentos. Momentos en los que una bonita sonrisa, un fuerte abrazo y un brindis sin causa alguna, han hecho que me sienta orgullosa de mi año. ¡Gracias 2015!
Deseo que el 2016, esté cargado de más abrazos, risas inesperadas, cariño, amor y mucha salud para poder llevar a cabo todos nuestros propósitos y sueños.
Gracias a todas las personas que constituís mi mundo. Sois mi gasolina, mi rock y mi magia. ¡Os quiero!

