Este fin de semana, tuve la suerte de comer pulpiño al Sol,
oir el sonido de un  grupo de gaiteros y vivir la magia que tienen las bodas. En concreto, la boda tuvo lugar en Pontevedra, ciudad en la
que no había estado y me gustó mucho su gastronomía, pasear por sus
calles y las Estrella Galicia heladas.

Nuestra primera parada fue en Arcade, famoso por su ría y
SUS OSTRAS. A todos los amantes de estos preciados moluscos y del marisco en
general, es muy recomendable hacer una visita. Y lo que merece una parada, es el restaurante
VEIRAMAR. De extraordinaria calidad el marisco, los arroces, empanada de
zamburiñas, pulpo y postres caseros. A mediodía y con un día de sol como el que
tuvimos, fue muy agradable comer en su terraza con vistas al mar.

Por la noche, ya en Pontevedra, la hora de las cervezas tuvo
lugar en la Plaza de la Leña, famosa por sus terrazas y bares. Y para cenar en
ULTRAMAR. Una taberna atlántica con una decoración vanguardista y, al mismo
tiempo, industrial, con una carta de platos clásicos con un toque fusión sin
confusión. Para mi gusto, cabe destacar el steak tartar, el sashimi de
pescado del día y su delicioso pan con mantequilla casera. Para los amantes del
vino y la coctelería, cuentan con una gran variedad de maridajes.

Y, por fin, llego el día de la boda. El sol brillaba desde
primera hora de la mañana. En las bodas no me gusta disfrazarme, me gusta vestirme arreglada en mi versión más personal. No me gustan todos aquellos
complementos que me hagan estar sufriendo durante un día feliz. Para esta boda,
elegí un traje de chaqueta/pantalón de color morado de la marca Sandro,
un top antiguo de seda blanco, unos zapatos combinados en ante y pitón turquesa
de Castañer, pendientes y sortija dorados con piedras turquesas y clutch de
Louis Vuitton. Me hicieron una coleta cardada y el maquillaje fue natural con un toque de sombra turquesa.

La ceremonia tuvo lugar en la bonita Iglesia de la Peregrina
y fue de lo más extraordinario el acompañamiento del coro y de un grupo de
gaiteros gallegos. Y lo mejor estaba por llegar: un convite en el Pazo de Santa Cruz ofrecido por el restaurante CASA SOLLA, galardonado con Estrella Michelín. Las vistas
eran inmejorables, los puestos de quesos gallegos, pulpo y marisco a la plancha
una auténtica delicia. Un cóctel que, sobrepasó las 3 horas de duración, al
ritmo del Jazz. A los que nos gusta comer, nos deleitamos con deliciosos
bocados de pura armonía gallega. Para finalizar, una deliciosa ensalada,
solomillo y postres dieron fin, al momento de hinchar nuestras barriguitas. Con
eso, llegó la música, las copas y el baile. ¡Una boda divertidísima! Llena de
buen gusto en todos sus detalles.

El domingo de resaca, el sol continuó dando guerra y
aprovechamos para pasear por las calles de Pontevedra y terminar nuestro fin de
semana, en uno de los restaurantes que nos habían recomendado: CASA ROMÁN. Todos
y cada uno de sus platos merece una mención especial pero, soy muy fiel a lo
natural, y me quedo con sus camarones y nécoras que estaban de espectáculo, al
igual que sus boquerones tempurizados, el salpicon de bogavante y una filloas
con helado que ponían un broche de oro a la Boda a la Gallega.

La verdad es que me encantan las bodas, sus detalles, la
felicidad de los enamorados y lo invitados. Y me encantan las bodas en las que
viajas, comes bien y vuelves teniendo una nueva historia que contar.

¡Feliz martes!