«Madrid es una excusa para contar historias» Francisco Umbral
Pasear por Madrid es una gozada siempre que no hagan 35 grados a la sombra. Y hablando de sombras, ayer, descubrí unas pintadas en el suelo de la Plaza de Juan Goytisolo que me hicieron mucha gracia. Ahora te preguntarás, ¿Cuál es esa plaza? La plaza que nunca tuvo nombre porque, coloquialmente, se la llamaba la Plaza del Museo Reina Sofía, ha recibido el nombre de un escritor español, referente de la literatura del siglo XX.
Según Carmena, él estaba en contra del casticismo madrileño y percibía Madrid como una ciudad abierta al mundo. A pesar del cemento de la plaza y de la escasas zonas de sombra, se instalará más zona de sombra – no sé cómo- y muchas plantas para dar frescor a esta plaza. La historia de los grafitis de las sombras, tal vez, sea un guiño a las innumerables sombras que pasan al día por la concurrida plaza.
Me hice esta foto, esperando no quedarme estampada en el suelo por el fuerte calor que hacía.

Hice unos recados por la zona y de vuelta a casa, cogí el autobús. La verdad es que, en verano, los buses ponen el aire que da gusto. Cuando voy en bus, no hay cosa que me guste más que quedarme mirando a personas que tienen una cualidad que me llama la atención. No miro a la chica random que Whatsappea a la velocidad de la luz, sino a personajes que tienen algo especial. Ayer le tocó a un niño de unos 10 años ser el objetivo de mi mirada. Llevaba gafitas de pasta; con cara de aburrimiento atroz, posición desgarbada y miraba con hipnosis lo que sucedía fuera. Me hacía gracia porque eramos los únicos que no manejábamos un smartphone entre las manos y estábamos seducidos por lo que pasaba en el momento presente. Los demás eran hijos de la era tecnológica que ven sin ver nada, solo tienen ojos para su smartphone. Y así pasa, que se pasan la parada del bus, les duele el cuello o no se enteran de nada.
El niño llegó un momento que se cansó de ver la ardientes calles y empezó a incordiar a su padre. Yo también me cansé de mirarle. Suerte que la siguiente parada era la mía y, a disgusto, bajé de ese fresco viaje para llegar a la ardiente Little Italy de Madrid. Sí, no hace falta viajar a la Gran Manzana para disfrutar de la cultura y gastronomía italiana. Como decía el señor Goytisolo, Madrid es una ciudad abierta al mundo. En la manzana de la calle Ríos Rosas y Modesto Lafuente, se encuentra el Consulado de Italia, el Liceo Italiano, librerías, tiendas y restaurantes italianos. Así que llegué a mi destino, el MERCATO ITALIANO, súper recomendable por su variedad de embutidos y productos Gourmet.

Ayer había una degustación de cerveza artesanal – espero que esta moda acabe pronto. La cerveza se bebe, no se mastica – y un riquísimo aperitivo italiano. Salí y: “las calles seguían ardiendo” como cantaba Carlos Tarque.
Arrepentimiento aparte, entré en el gimnasio y quemé calorías al ritmo de la lista de reproducción que menos pereza me dio escuchar. En Madrid da tiempo a pasearse todo.
M.




































