Una mañana de la semana pasada, iba conduciendo por una carretera, popularmente conocida como la de Colmenar. Era una mañana fría pero con un sol radiante. Son esos días en los que soy feliz, ya que la simbiosis entre sol y frio, se hace posible. Como todas las mañanas, escuchaba la radio y, de repente, empezó a sonar San Francisco de Scott Mckenzie. Una Road Trip Song perfecta para mi trayecto en coche. Tuve una sinergia visual, estaba en mi San Francisco particular. Sentía que llevaba flores en la cabeza –como dice la canción- y me percaté de algo que, de no haber sido por la canción, no me hubiese fijado nunca. Los puentes cruzapeatones de la carretera son de acero lacados en rojo. ¿Casualidad?
«Be sure to wear some flowers in your hair»
Hay millones de cosas que pasan desapercibidas a nuesros ojos y nos las perdemos. Tan sólo nos hace falta un estímulo para darnos cuenta de las maravillas que tenemos a nuestro alrededor. En mi caso, no es la primera vez que la música es la banda sonora del momento o la situación que vivo. Es del todo inspirador.
Me fascina una escena de la película I Origins, en la que el protagonista Ian – Michael Pitt – encuentra en el vagón del metro a la chica de los ojos más bonitos que jamás ha visto, Sofi – Astrid Bergès-Frisbey -. Él coloca sus auriculares en los oídos de la chica y comienzan a andar. La música juega un papel fundamental en el momento de la pareja, ya que gracias a ella, Sofi se percata de la presencia de Ian, y comienza un enamoramiento espiritual e infinito.
Científicamente hablando, la música tiene una fortísima influencia en el sistema nervioso, potenciando la capacidad de percepción. Es por ello que los sonidos musicales afectan a las ondas cerebrales y provocan una mayor sensibilidad ante la realidad con la que estamos interactuando. Por eso, cuando escuchas una canción, tu campo visual se magnifica y puedes ver más allá de la realidad, capacitandonos a percibir mejor las emociones.
La música nos hace ver, lo que los ojos no ven.
M.



















